sábado, 28 de abril de 2012

Llanto insonorizado.


Hay muchas cosas que la gente dice, otras que se dan por hecho, y no siempre debería ser así. Por ejemplo, que cuando uno está deprimido lo peor que puede pasarte es que sea un día lluvioso. Que las lágrimas que salgan de tus ojos te den pinchazos en el corazón al mezclarse con las gotas de lluvia. Yo creo sinceramente que eso no es así. Me encanta la lluvia. De hecho, creo que es de las cosas más bellas que puede darnos la naturaleza, es un símbolo de vida. Porque yo cuando estoy triste, deambulando sola por la calle y empieza a chispear me sale una sonrisa en la cara sin yo quererlo ni pretenderlo. Y espero, espero a que llueva con más potencia hasta que casi duela en vez de cobijarme bajo una cornisa o en algún portal. Abro los brazos, miro hacia arriba y me olvido de todo. De absolutamente todo. Amigas, amigos, familia, exámenes, ese chico que me ha hecho llorar y que me hará más veces sin duda... Todo. Y sólo pienso en que me siento libre y en que esa lluvia que tanto mal hace cuando tienes un mal día, es más una aliada que una enemiga.

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