viernes, 13 de julio de 2012

Miro tus ojos que nunca paran de brillar.



Caminan por la calle, ni muy juntos ni muy separados. Él la mira desde atrás, admira la forma en la que camina, en la que se mueve. Ella se gira y ríe divertida al darse cuenta que la estaba mirando, que el chico del que lleva enamorada tanto tiempo la estaba mirando. Todavía no puede creer de hecho que estén solos, caminando despacio, disfrutando del olor de la Navidad. De repente para en seco, y levanta la vista hasta el cielo estrellado de aquella fría noche de invierno. Él se acerca hasta ella, curioso, y se coloca pegado a ella por la espalda.
- ¿Por qué has parado?
+ Por las noches, - contesta ella sin despegar la vista del cielo- cuando me entran ganas de pensar suelo buscar la luna en el cielo, para calmarme al admirar su belleza. Pero esta noche no la encuentro.
- Creo que se por qué no está hoy la luna ahí arriba - responde el chico, ante la mirada confusa de ella-
+ ¿Y por qué no está ahí arriba, en el cielo, como debe de estar?
La chica se da la vuelta y le mira fijamente mientras espera su respuesta.
- Porque esta noche ha bajado y está aquí conmigo, más hermosa que nunca.
Ella se sonroja automáticamente a la vez que sonríe. Él la coge de la mano y la acerca más a él, hasta el punto en el que sus cuerpos se rozan.
+ No sé qué decir... - apenas logra articular palabra- Me has dejado sin palabras.
- A lo mejor no te hacen falta, ¿no crees?
Y se acercan el uno al otro hasta que sus labios están a punto de rozarse. Ella, con el corazón a mil por hora  escucha el casi inaudible susurro del chico, que hace que su corazón de un vuelco completo.
- Te quiero.
Y, ella y él, sintiéndose las personas más felices del mundo, se funden en un primer y sincero beso, disfrutando del principio de una historia para recordar.

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